OPINION POR
EDUARDO EMILIO RAMAL Orientador Familiar Universidad AustralCel. 0221-5652244
Muchas veces cuando digo que hace 47 años que vivo con la misma esposa, mis interlocutores suelen expresar en sus rostros una mezcla de incredulidad con algo de envidia y asombro. Claro en estos tiempos en que nada es para permanecer tanto tiempo, se hace muy difícil entender cómo dos personas pueden seguir juntas, enamoradas y con el deseo de terminar sus vidas juntos.
Especialmente los jóvenes suelen plantear de antemano que lo nuestro es imposible hoy. En realidad lo que están diciendo es que no ven que ellos pudieran estar tanto tiempo casados o en pareja, con una misma persona. Mi hijo menor me dijo alguna vez que hoy hay una dificultad muy importante y es que no hay confianza entre las personas.
Para poder estar juntos tantos años hay cosas que debemos realizar casi a diario, tanto mi esposa como yo mismo. No hay secretos escondidos ni razones eruditas escondidas en ese hecho, se trata de revivir cada día algunas de las cosas que nos llevaron alguna vez a decidir vivir juntos. No puede faltar la ternura, uno de los sentimientos más olvidados y con poca “prensa” en éste momento. La ternura que no sólo significa una palabra, sino también un gesto, un presente. Una flor, una sonrisa, un te amo, son imprescindibles y casi a diario. Hace mucho que pasó el enamoramiento, para dar paso al Amor con mayúscula, el amor que significa entrega, dar lo mejor de cada uno para que sea feliz el otro. Y no estoy relatando un cuento de hadas, ni un ensueño pasajero.
Hubo desentendimientos como condimento común de nuestro vivir, somos dos personas, pensamos diferente, y además y como si fuera poco, yo soy varón y ella mujer. Distinción que es apasionante descubrir para que la otra persona nos maraville. Seres diferentes pero complementarios.
No es cuestión de a uno, sino una tarea de a dos.
Todo cambia con el tiempo, nosotros, la sociedad, las cosas, y reconocer que ese cambio nos acerca, antes que alejarnos, es también un descubrimiento cotidiano.
Suelo mirar las fotos de la familia con asiduidad, allí se ven reflejadas las épocas, los momentos, las instantáneas de un largo vivir, pero también son una hermosa enseñanza sobre los cambios y especialmente la maravilla que es la persona humana.
En el libro “Te quiero te odio” de Carlos Vallés dice en la página 51:” La importancia de las relaciones en nuestra vida es que ellas son las que, literalmente nos dan forma y figura.”, definición de lo importante que es para quienes nos rodean ver nuestro ejemplo en el comportamiento diario.
El inicio de toda familia se verifica en esa historia de amor que construyen los que conforman la pareja humana. Familia que será imprescindible para todos los que la conforman y que es pena y sufrimiento, para todos cuando se destruye.
No lo dije pero estoy a tiempo, seguimos enamorados el uno del otro. Claro que distinto, ahora no hay el fuego del principio, pero está la llama encendida de la pasión, de la amistad, del agradecimiento, de la comprensión y de la humanidad.
Los invito a mirarse a sí mismos, a comprenderse y obrar para rescatar lo que haya que rescatar, para apuntalar lo que haya que apuntalar y para ser feliz siempre, aún en la lucha y la incertidumbre.